Las situaciones de la vida cotidiana, nos enseñan las formas de supervivencia como sociedad. Llevándonos a una suma de experiencias que con el tiempo van adquiriendo más significado y complementan su contenido en nuevas manifestaciones culturales.

Estas experiencias desde luego no se dan solas, van acompañadas de costumbres y de las maneras de responder homogéneamente a ciertos estímulos dando como respuestas soluciones caracterizadas por: la recursividad, la malicia, la practicidad, nuestros rasgos humanos, culturales y políticos. En definitiva estos elementos nos ayudan a construir una acción que juega el papel de común denominador, en este caso lo llamamos inteligencia colectiva. Esto lo define como un hecho estético de la sociedad, es decir, una sola persona no logra hacer legítima, de manera individual, lo que un colectivo sí. Por medio de una acción repetida que genera resonancia.

A partir del gusto por la personalización y del aprovechamiento del ciclo de vida de lo que para algunos son desechos, se toman elementos característicos que pertenecen a inteligencias colectivas provenientes de varias naturalezas. Donde una estructura fija permite el desplazamiento de módulos que el usuario configura según sus intereses. Esta actividad a partir de las inteligencias la clasificamos en la inteligencia número 3 donde se generan jerarquías a partir de detalles más allá de la forma o estructura, realmente a partir de la visión del usuario. Estos módulos son de uso manual, sus componentes son: paneles solares, rejillas, mallas contenedoras como macetas para enredaderas que proporcionan por medio de juego de luz sombras y estructuras al gran panel y vitrales a partir de vidrios previamente desechos. En este caso para un analista la respuesta está dada a nivel de contraste por la utilización de elementos diferentes que convergen para un beneficio con un solo enfoque, por otro lado el técnico tiene nuevos elementos para aplicarlos en cualquier contexto mediante una unidad de variables.